jueves, 6 de agosto de 2020

LA TRASCENDENCIA DE LA CONTEMPLACIÓN

Acoger la contemplación, si hubiera una unidad de medida con la cual compararla, los años luz serían el referente para graficar la dimensión de su importancia y trascendencia en el ser humano.


Nos ayudaría a desprendernos de nuestro ego que no cesa de hablar, de protagonizar historias de ficción que solo hacen irreal la verdad y que solo alimentan nuestros vacíos, ese sorprendente acto divino marcaría un gran avance en el desarrollo evolutivo espiritual.


La sabiduría emergería sobre el conocimiento y los apegos sucumbirían al amor universal.

No encuentro la forma en que nuestro lenguaje, en este momento un lenguaje incipiente y limitante, pueda describir las sensaciones que se revelan en mis entrañas cuando la naturaleza hace su aparición y conecta recuerdos y memorias que quizás no existan en mi realidad consciente, más tengo la plena certeza de que en algún recodo de mi materia, vehículo antiquísimo retenedor de misterios, se ocultan y se activan con su presencia.

No existe manera posible de condensar lo increíble y majestuoso en frases comunes que a lo largo del tiempo solo han perdido valor. No puede algún tipo de lenguaje capturar las sensaciones que percibe el ser en contemplación.

Y sin existir la posibilidad siquiera de lo que se puede sentir, entonces la pregunta que me surge en medio del estado de plenitud que me sumerge la tormenta que cubre mis sentidos es: ¿Cuál es el camino que puede llevar a otro ser a experimentar lo que significa la conexión con lo divino desde la imperfección de lo humano? Ya que en este preciso instante la frustración me impide encontrar como transmitir la ebullición de sentimientos que un efecto de la naturaleza genera en mis partículas internas.

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